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viernes, 21 de agosto de 2015

El poder de la oración

Hay mucho que se puede decir de la oración, sin embargo, hoy solo quiero recordarnos su poder.

En una ocasión me vi explicando sobre la oración y el poder o efecto que puede causar en nuestras vidas, y en ese momento pensé en una oración que manifestó ese poder para todos nosotros. Me refiero a todos nosotros, quienes han vivido, quienes vivimos, y quienes vivirán sobre esta tierra.

Antes de dar ese gran ejemplo, que muchos ya pueden imaginarse, quiero mencionar dos cosas sobre la oración:

1.) ¿Qué dicen las escrituras sobre el poder de la oración?
Mateo 17:22 = Que muchas veces la oración debe ser acompañada del ayuno para lograr su propósito.
D. y C. 10:5 = Para que venzamos a satanás y sus siervos.

Y claro, hay muchas otras escrituras que nos pueden mostrar el poder que la oración tiene, pero que recordemos estas dos por ahora está bien.

2.) Hay una diferencia entre vivir con el poder de la oración y vivir con la rutina  de la oración.
Eso lo comprendí cuando en la Conferencia General de octubre de 2014, Tad R. Callister, en su discurso "Los padres: Principales maestros del Evangelio para sus hijos", dijo: "Una de las cosas más importantes que podemos hacer como padres, es enseñarle a nuestros hijos el poder de la oración, no solo la rutina de la oración".

Normalmente se nos dice que cuando menos debemos hacer cinco oraciones al día, que son cuando: Nos despertamos, vamos a desayunar, vamos a almorzar, vamos a cenar y antes de dormir. Pongamos nuestro enfoque en esto tan básico, como orar cinco veces al día. Es muy probable que muchos dominemos este hábito. Probablemente siempre hay algo que nos hace recordar que debemos hacer, cuando menos, estas cinco oraciones. Y, no pasa un día sin que hagamos nuestras cinco oraciones. Esto se convierte en un hábito.

¡Y qué buen hábito! Sin embargo, un hábito puede llegar al borde de la rutina, y hacer que, aunque sea un buen hábito, sea una mera rutina. Si hablamos de orar, el buen hábito de orar puede ser parte de nuestra rutina de todos los días.

¿Piensan alguna manera en la que podemos distinguir si oramos porque recordamos el poder que tiene la oración, o si oramos porque ya tenemos la rutina de orar?
En ocasiones pienso que las oraciones antes de las comidas nos pueden dar esa idea. Pero, es lo que  yo pienso...

Otras tres opciones pueden ser:
- Si al estar orando repetimos las cosas que estamos diciendo, tanto como si es fácil ser interrumpidos o distraídos de nuestra oración.
- Cuando despertamos tarde para salir y apenas nos da tiempo para hacer una oración. Y,
- Si hacemos nuestra oración antes de dormir, estando cansados o con mucho sueño, y tenemos que luchar por concentrarnos, o terminamos rápido la oración para no quedarnos dormidos.

Quizás también sea bueno que tengamos muy bien fundado el hábito de despertar temprano para que tengamos buen tiempo para nuestra oración de la mañana. Y que no dejemos que nuestra oración antes de dormir sea realmente lo último que hagamos antes de dormir; quizás si oramos minutos antes de dormir la respuesta a nuestra oración venga mientras aún nos preparamos para dormir.

Pues, digo que hay mucho que se puede decir de la oración, pero hoy solo quiero recordarnos su poder. Y el que tengamos una visión de su poder depende de que nuestro hábito de orar no solo sea parte de nuestra rutina diaria.

Entonces, ¿qué tanto poder tiene la oración? 
El acto supremo en el Plan de nuestro Padre Celestial, el que Su Hijo intercediera por nosotros para que tengamos la oportunidad de vivir con Ellos, fue llevado a cabo a través de una oración; eso que conocemos como la oración intercesora. Las escrituras nos cuentan que Jesucristo, en esa noche en el Jardín del Getsemaní, se apartó de los apóstoles que había llevado con Él, "y puesto de rodillas oró". Lo que estaba pasando al momento de que oraba al Padre fue tan intenso que le pidió al Padre que si era Su voluntad, pasara esa copa. Lo que sucedía en ese momento fue tan intenso que a Jesucristo "se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle". Ese momento fue tan intenso que "era su sudor como grandes gotas de sangre que caían a tierra".  (Lucas 22:39-44).

El poder que tiene la oración es tan grande que fue por medio de ella que se llevó a cabo la intercesión por nuestros pecados.  Fue en esa oración de nuestro Salvador hacia nuestro Padre...

Debemos recordar que el poder de la oración es tan grande que hizo posible el perdón de nuestros pecados y que es diferente vivir con el poder de la oración a a vivir con la rutina de la oración (que no es malo, pero debemos de esforzarnos porque no sea solo parte de nuestra rutina diaria).

Ahora, ¿qué podemos hacer para vivir con el poder de la oración?




2 comentarios:

  1. Algo que podemos hacer, y ya ud lo escribía, es no sólo programar nuestro cerebro a hacer nuestras oraciones, sino en realidad sentirlas; "derramar nuestra alma en oración al Padre".
    Algunas de las veces en las que yo me sentí más en comunión con mis oraciones y el Padre, fueron ocasiones en las que mis tribulaciones me hacían doblegarme. Pero luego cuando eso ya había pasado, sentía que había que mejorar algo. Esto me ha enseñado a que mis oraciones deben ser desde el corazón, no debería depender únicamente de nuestro estado emocional. Claro, entiendo que a veces nuestros sentimientos están a flor de piel y tal vez seamos más sensibles a ciertas cosas; sin embargo debería esforzarme por ser siempre sensible a la voz del Espíritu.
    En una clase de instituto aprendí: " Actúa como si todo dependiera de ti, pero ora porque todo depende de Él"

    Gracias! Me gustó esto!

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    Respuestas
    1. Sí, por eso, personalmente pongo el ejemplo de las oraciones antes de comer, casi siempre oro igual, pero siempre trato de pensar un poco más en ese momento...
      Sí, en la misión, con respecto a la revelación, presidente Russell nos enseñaba que la revelación solo viene a quien la busca, la pide, la escucha y la sigue. Y para eso sirve la oración, para revelación. También hay por ahí algo de que nuestras oraciones deben estar en armonía con el Espíritu, y eso haría que pidamos cosas que son justas y que por lo tanto se nos darán; si no estamos en sintonía con el Espíritu, tal vez pidamos cosas que no debemos pedir, y como no se nos dan, nos enojamos o algo así.
      Toda mi misión tuve conmigo un cartelito que decía: Trabaja como si todo dependiera de ti. Ora como si todo dependiera del Señor. Me ayudó (n.n)

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