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lunes, 16 de noviembre de 2015

La tercer batalla del enemigo en las actividades

Escogí una justa porque es "uno a uno", porque es
nuestra decisión hacer lo correcto o lo incorrecto.
Aunque claro está que nosotros contamos con la ayuda divina.
Recordé esto ahora que de nuevo me preparo para participar como consejero en SOY de este año, porque esto fue algo que sentí decirle a los jóvenes de mi compañía en una de las lecciones que tuvimos.

Titulé esto "La tercer batalla del enemigo en las actividades", por dos razones: 
La primer razón es porque estamos en una guerra con el enemigo de la verdad hasta que este mundo se acabe o hasta que nosotros nos vayamos de aquí, Por lo que toda la vida es una gran guerra llena de pequeñas batallas. Por eso le llamo "La tercer batalla del enemigo".
La segunda razón tiene que ver con las situaciones en las que el enemigo intenta hacernos perder la lucha, y en este caso la situación es una reunión o cualquier actividad en la Iglesia. Por eso le llamo "en las actividades".

¿De qué trata esto? Solo recordemos rápidamente que el enemigo, que es satanás, es alguien que vive en miseria y en un estado de infelicidad, y que por sus decisiones previas a esta tierra jamás podrá redimirse de sus actos. Su recompensa es una interminable miseria, pero, quizás lo único que él puede tener como oportunidad es la oportunidad de que otros sean miserables como él, como bien nos lo dice Lehi en 2 Nefi 2:27, explicando que quienes vivimos en esta tierra podemos tener la recompensa de "la cautividad  y la muerte, según la cautividad y el poder del diablo" solo a través de nuestras malas elecciones.

Es cierto que es satanás quien nos tienta, pero toda la responsabilidad es de quien elige dejarse llevar por la tentación, Y me parece que lo único a lo que se dedica es a ponernos opciones incorrectas -pero atractivas- para que nosotros finalmente perdamos la guerra. Entonces, pensando que es lo único a lo que se dedica, no creo que él descanse de este su trabajo, porque lo único que puede hacer con su miseria es que otros también la tengan.

¿Quieren un ejemplo de que esto es a lo que él se dedica y por lo tanto no dejará en paz a nadie con sus tentaciones? 
¿Se imaginan qué habría pasado si el Hijo de Dios, que es Jesucristo, hubiese cometido algún pecado? Él no hubiese sido perfecto y por lo tanto no hubiese estado apto para hacer el sacrificio por nuestros pecados y para vencer la muerte. Probablemente el enemigo consideró esto, así que tentó a nuestro Salvador Jesucristo. Pero, ¿se imaginan? ¡Qué hace satanás tentando al Hijo de Dios! ¿No sabía satanás que Él no iba a caer? Bueno, a esto es a lo que se dedica satanás, así que va a tentar a cualquiera, que ya no pierde nada con eso...

Jesucristo también tuvo batallas de esta guerra aquí en la tierra, y en Mateo 4 se nos habla un poco sobre eso. 
1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.
2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.
3 Y se le acercó el tentador y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.
4 Mas él, respondiendo, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Vino satanás a tentar a Jesucristo con algo que podría ser Su debilidad en este momento: El hambre. Jesucristo resistió la tentación demostrando que tenía claro Su propósito y el conocimiento de Su Padre. Satanás vio eso, pero, ¿se alejó?
5 Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo
6 y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, échate abajo, porque escrito está:A sus ángeles mandará por ti,y te llevarán en sus manos,para que no tropieces con tu pie en piedra.
7 Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.
¡No se alejó! Volvió a tentar a Jesucristo, pero Jesucristo volvió a pasar la tentación. Así que ya derrotado por segunda vez, ¿se alejó satanás?
8 Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos,
9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adoras.
10 Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás.
11 El diablo entonces le dejó, y he aquí, los ángeles vinieron y le servían.
Y ahí estaba de nuevo satanás haciendo lo único que pueda hacer, intentar influir en las personas para que caigan y pierdan las batallas, para que al final pierdan la guerra.

Si Jesucristo siendo quien es fue tentado tres veces en esta ocasión, ¿cuántas veces seremos tentados nosotros en las miles de situaciones que tenemos en nuestras vidas? Si el enemigo no se rindió a la primera con el Hijo de Dios, ¿con nosotros sí lo hará? ¡Para nada! Y va a intentarlo una y otra vez... Gracias a que Jesucristo venció todo esto es que tiene poder para ayudarnos, pero es nuestra elección aceptar Su ayuda o rechazarla y caer en las manos del enemigo.

Hoy, entonces, hablaré de una de esas muchas situaciones en las que satanás lucha para que caigamos en las tentaciones; esta es una de esas muchas batallas que componen esta gran guerra. Hablo de las reuniones o cualquier actividad de la Iglesia. 

¿Cómo actúa en esta parte de la guerra que son las reuniones o cualquier actividad de la Iglesia? 
La primer batalla consiste en no asistir a las actividades a las que debemos asistir. Esta es su primer táctica contra nuestro bienestar espiritual, hacer de alguna manera que no asistamos a las actividades que pueden edificarnos. 
En la segunda batalla podemos colocar el hecho de que vamos a la actividad que nos corresponde, pero vamos tarde. Las actividades inician con una oración para pedir el espíritu, el cual ya se nos dificulta tener si llegamos tarde. Ejemplo claro es llegar tarde a la reunión sacramental y no participar de la Santa Cena; o llegar a penas a tiempo para participar de la Santa Cena y entonces no hacerlo lo más reverente posible. 
La tercer batalla, que es en el que me quiero enfocar, trata de lo que sucede cuando llegamos a una actividad. Supongamos que justo ahora estamos en una actividad de la Iglesia; cualquier cosa que evitara que viniéramos la vencimos, y fuimos tan vencedores que llegamos puntual a esta actividad. O sea que le ganamos dos batallas a satanás... ¿él se dará por vencido solo porque ya le ganamos dos batallas? ¿Recuerdan cuántas veces tentó a Jesucristo? ...Así que por lo menos falta que nos tiente una vez más para que esta actividad no funcione en nosotros. ¿Qué hará el enemigo ahora que ya estamos en la actividad? Su tercer batalla será distraernos. Qué importa que estemos en la actividad de la Iglesia, si no ponemos atención es lo mismo como que no hubiésemos asistido, porque no aprenderíamos si no asistimos y no aprendemos si estamos pero no ponemos atención.

Tal vez no es nuestro sueño pero ¿a quién no le caería bien ser el dueño de un avión, un helicóptero o algún gran barco? Pero, ¿de qué nos sirve ser el dueño de alguna de esas cosas si no podemos conducirlas? Es como ir a una actividad pero no prestar atención al mensaje o al propósito de la actividad... ¡No nos va a servir! No servirá mucho en nuestra vida una actividad si nosotros no aprendemos de ella e igual de importante, si no ponemos en práctica lo que aprendamos.

Esa es la tercer batalla de satanás, que estemos distraídos en una reunión enviando mensajes por aplicaciones de chat solo porque hay WiFi en la capilla, que hagamos cualquier otra cosa con nuestros celulares que no nos ayude a prestar atención, o que estemos hablando con otra persona, o jugando con los libros que tengamos en las manos, o cualquier otra cosa que nos impida recibir revelación en cada mensaje que se nos comparta.
Esa es la tercer batalla de satanás, que no entendamos el propósito de alguna actividad y entonces no queramos participar en las dinámicas, o queremos salir de la actividad a cada rato, o porque los niños lloran nunca entro a las clases (llegué a la Iglesia pero no entro a clases)... 
Hay muchas cosas que nos pueden distraer y evitar nuestro crecimiento espiritual en una actividad o reunión de la Iglesia.

Se ha dicho que para que el mal triunfe es suficiente con que los buenos no hagan nada. Esto podríamos decirlo de esta manera: Para que el mal triunfe es suficiente con que los buenos no aprendan nada en sus reuniones; o sea, que estén en la reuniones pero pensando en cualquier otra cosa y haciendo cualquier otra cosa que no sea ser reverentes. 

En algunas oraciones he escuchado esta frase: "Perdona a los que no vinieron, Tú sabrás sus razones". Quizás se debe agregar también: "Y perdona a los que vinieron pero no están prestando, no prestarán o no prestaron atención, Tú sabrás sus razones". O quizás se debe agregar: "Y perdona a quienes están pero hay que rogarles para que participen de las dinámicas", entre otras cosas.

Bueno, de una manera más corta fue que le dije esto a los jóvenes de mi compañía en SOY. Les pedía que por favor participaran de las actividades que se realizarían como también que fueran muy reverentes en los mensajes, porque SOY es una experiencia espiritual fuerte, así que si satanás no logró que los jóvenes no asistieran, él no se daría por vencido y trataría de que por lo menos no sirva su asistencia. Trataría de que no sintieran el espíritu, trataría de que se distrajeran y no aprendieran, e hicieran que otros tampoco aprendieran.

Vayamos a las actividades... Y que valga la pena el que nosotros estemos ahí. Aprendamos y tengamos la determinación de aplicar lo que aprendimos. Mi reciente llamamiento me hace pensar mucho en los jóvenes y en cómo puedo ayudarles y servirles mejor. Siempre trato de hacerles ver esta parte, pero eso no significa que yo ya no tenga estas batallas... Entremos a las clases, no busquemos excusa para salir. Llevemos nuestras escrituras, no tengamos excusa para sacar el celular. Pongamos atención y dejemos que otros lo hagan también. Solo así servirá el que estemos en las reuniones y actividades de la Iglesia. 


Primero, asistamos. Segundo, lleguemos puntual. Tercero, prestemos atención. Satanás nos tienta pero la decisión es nuestra. Ganemos las tres batallas, no solo las primeras dos. Hagamos que el Espíritu, que se le pidió estar al hacer la oración inicial, pueda ejercer su influencia en nosotros.
Entonces, ¿estamos dispuestos a tener mejores experiencias espirituales? ¿Qué haremos para lograrlo?... 

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