Último video en el canal

martes, 6 de septiembre de 2016

La segunda vez es más fácil

No sé si alguno de los que lea este post tenga tan buena memoria para recordar cuando estaba aprendiendo a caminar. Para algunos ya han pasado muchos años desde que aprendieron a caminar, para otros no tanto, pero ya ha pasado algún tiempo.

Quizás yo no recuerde cuando estaba aprendiendo a caminar, pero ahora tengo una sobrina que está empezando a caminar y puedo observar cómo es el proceso. Siempre es un paso a la vez, ¿no? 
Al principio se empieza a caminar mientras se está tomado de las manos, luego ya se puede apoyar sobre otras cosas, luego se puede caminar por distancias cortas, hasta poder hacerlo muy bien. En todo este proceso hay muchísimas caídas, golpes, tal vez moretones e incluso llanto. Aun cuando estamos grandes de vez en cuando tropezamos con algo y caemos. La diferencia es que ya sabemos caminar, tenemos años de practicarlo, y si caemos es una ocasión que se repite muy pocas veces.

Mientras más practicamos más habilidosos nos volvemos
Así como el que de pequeños practiquemos el caminar ha hecho que dominemos el asunto, así sucede con muchas otras cosas. ¿Recuerdan la primera vez que jugaron un video juego hasta el tiempo en que por fin lo dominaron? ¿Recuerdan cuando empezaron a practicar un deporte y todo el proceso que llevó dominar lo? ¿Recuerdan lo mucho que practicamos para ir dominando los temas en Matemáticas? 
El punto es que a medida que practicamos dominamos más lo que estamos haciendo.

Siempre he imaginado que la primera vez que una persona roba ha de sentirse nerviosa. Es algo que no ha hecho antes, ¿qué pasa si lo descubren? ¿Qué pasa si las personas lo confrontan? Creo que podemos imaginar que esto pasa por la mente de alguien que roba por primera vez. Sin embargo, después de hacerlo muchas veces, ¿pensará lo mismo? 
Nos hemos dado cuenta que quienes roban, aunque la primera vez fue difícil, después de tantas veces de hacerlo llegan a dominar el robo y hasta aprenden cosas diferentes para hacerlo. En muchos casos los ladrones llegan a la violencia física y están preparados para ello. La pregunta "¿qué pasa si me descubren?", ya tiene respuesta: Les agredo físicamente aun hasta la muerte si es necesario.
Los Santos de los Últimos Días creemos que todas las personas nacen con "la luz de Cristo", que es lo que las demás personas llaman "la conciencia". La primera vez que la persona roba, además de estar nervioso por imaginar las consecuencias, también tiene la luz de Cristo que le recuerda que lo que está haciendo es malo. Robar es malo. La luz de Cristo le está recordando que lo que está haciendo es malo y que debe dejar de hacerlo, pero, ¿qué sucede después de practicar tantas veces el robo? 
Cuando una persona está dispuesta a agredir a otra aun hasta la muerte por robarle, esta persona ya no siente nervios por hacer algo malo. ¿Será que porque ya no siente nervios por robar significa que robar deja de ser malo? ¡Claro que no! Lo que sucede es que el ladrón ya no siente ningún remordimiento por lo que está haciendo. Robar sigue siendo malo, pero ya no tiene "esa voz" que se lo recuerde porque ha perdido la habilidad de escucharla. Dado que continuó practicando hacer lo malo, cada vez le fue más fácil hacerlo.

Lo mismo sucede con las cosas buenas. 
Estudiar las escrituras es bueno, es un mandamiento y trae bendiciones a nuestra vida. Mientras más veces las estudiemos más práctica tendremos, y por lo tanto llegaremos a dominar el hábito del estudio de las escrituras. Pero, ¿qué pasa cuando no lo hacemos una vez?
Quizás esa noche, en la que pensamos que ha pasado todo un día y no hemos estudiado las escrituras -pero también pensamos que estamos tan cansados para hacerlo en ese momento- lleguemos a sentirnos mal de no leerlas y prometemos hacerlo al día siguiente.
Bueno, la primera vez es difícil, ¿no? "Esa voz" nos estará diciendo, mientras logramos dormir, que no hemos hecho algo que debemos hacer. La primera vez que no lo hacemos es difícil, tendremos ese remordimiento. Aún así llega el siguiente día y sucede lo mismo, no hicimos tiempo para estudiar las escrituras; esta vez prometemos que al próximo día vamos a leer el triple para "reponer" nuestro estudio de las escrituras. Sin embargo, llevamos dos veces practicando no estudiar las escrituras, así que no estudiarlas una tercera vez será más fácil que cuando tuvimos ese remordimiento el primer día que no las estudiamos.
Así pasa el tiempo, llegamos a tener una semana sin estudiar las escrituras, luego dos semanas, y entonces dejamos de estudiar las escrituras. Ahora, estudiar las escrituras es bueno. Al igual que el ladrón deja de escuchar "esa voz", no porque robar deje de ser malo, sino porque a él ya no le importa, de esa manera sucede cuando dejamos de estudiar las escrituras: Al principio teníamos el remordimiento de no hacer algo que sabemos que tenemos que hacer, pero después de practicar no hacerlo por algunas semanas ya no sentimos el remordimiento, y no es que estudiar las escrituras deje de ser bueno, es que nosotros ya perdimos la habilidad de escuchar "esa voz" que nos recuerda que hay que hacerlo.

Este es mi punto. Robar no deja de ser malo mientras más lo hago, es que mientras más lo hago menos siento que sea malo. Estudiar las escrituras no deja de ser bueno mientras menos lo hago, es que mientras menos lo hago menos siento que sea bueno. En ambos casos está "esa voz" que nos alienta a no hacerlo o a hacerlo, pero mientras menos escuchemos esa voz, menos nos hablará, porque ¿para qué hablarnos si no le hacemos caso?

Lo mismo sucede con nuestros hermanos que dejan de asistir a la Iglesia, el primer domingo que faltaron fue penoso, hasta explican a otros hermanos porqué no asistieron, y prometen que el próximo domingo van a estar ahí. Por fortuna muchos cumplen con esas palabras, sin embargo para otros es más difícil, porque ya habiendo practicando una vez el no asistir a la Iglesia es más fácil no asistir una segunda vez, y aún más fácil no asistir una tercera vez, hasta que pasan años sin asistir, y no es que asistir a la Iglesia deje de ser bueno, es que ellos ya no sienten esa voz que se los recuerde. Así que cuando hay que volver a asistir a la Iglesia, no va a ser tan fácil, pues lo que han estado practicando es no asistir. 

Claro, no todas las situaciones son así, pero, ¿para qué esperar a averiguarlo?
La primera vez que no asistamos a la Iglesia, la primera vez que no estudiemos las escrituras, la primera vez que no oremos, la primera vez que no prestemos servicio, la primera vez que no compartamos el Evangelio, la primera vez que no trabajemos en historia familiar, detengámonos a identificar la situación y a procurar evitar que por segunda vez no lo hagamos.
Y no nos preocupemos tanto la primera vez que hagamos algo dentro del Evangelio, mientras más lo practiquemos más dominaremos ese hábito. El segundo paso es más fácil.
Recuerden que aun cuando ya sabemos caminar de vez en cuando tropezamos con algo, pero ya que sabemos caminar, así que nos levantamos y seguimos adelante. Vamos un paso a la vez...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario